viernes, 30 de agosto de 2013

Existencialismo en una calle cortada.


Somos bestias hambrientas de presente.
Y nos drogamos
y nos amamos
para poder condurarlo.
Tal es la filosofía de jeringuilla
que barre nuestras calles más sucias.
Mantener el presente.
Detener el tiempo.
El deseo de sentir el presente golpeándonos
como se sienten las gotas de lluvia,
hasta hacernos sentir empapados.
He visto vagando depredadores de vida,
verdaderos cazadores prehistóricos,
en busca de un pinchazo más para sentir
el regalo de un momento.
Yonquis en busca de un minuto más de tacto
con el tiempo.

La existencia es como un cangrejo ermitaño que
renuncia a su sino de estirpe marina y
busca un lugar más pequeño conforme se hace más grande.
Más fuerte.
Es la inmensidad la que nos hace enanos.
La poesía nos hace enormes.
Buscamos la poesía para encerrar nuestra existencia y
nos hace volar,
nos convierte en proyectil y derramar sangre.
Nos aleja a través de vómitos pretéritos de la noche de ayer.
Nos abraza como una puta que se enamora
después de ser poseída hasta hacerla mierda. 
Nos atraviesa la existencia
y nos toma en un puño para lanzarnos al firmamento.
Nos choca con el futuro,
nos sienta en el presente
y nos planta en un filo con la muerte.
Y aún así,
bendita poesía que nos salva de los hombres
y nos hace hombres.
Bendita poesía,
que nos desarropa el miedo
y nos empuja a cabalgar por las calles
sobre el lomo del asiento delantero de una idea. 

Javier De Pablos


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