Es hora de regresar a las calles, que fueron nuestras,
de despertar con cariño a los adoquines.
Es hora de que el sol conozca nuestros rostros,
que, aun temerosos, digamos: sí, míranos.
Es hora de cerrar, una hora nocturna.
La hora en que la libertad se abraza a las calles,
se amarra a las aceras y se cuelga de las farolas.
Apagaremos su hoguera de nuestras memorias esta noche.
Nuestra hoguera es esta noche.
Es hora de que la verdad recorra los caminos,
de que despierte a su súbditos del letargo.
Hoy, la tierra será el cielo,
las personas serán el Sol.
Hoy, el amor huirá de su prisión
y nosotros limpiaremos su rostro ensuciado.
Es hora de ver la luz
y es hora de la vida.
De nuestras vidas.
Javier.
El prisionero no es el que ha cometido un crimen, si no el que se aferra a su crimen y lo vive una y mil veces. Capítulo XVI, Sexus, Henry Miller.
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