Somos
bestias hambrientas de presente.
Y nos drogamos
y nos amamos
para poder
condurarlo.
Tal es la
filosofía de jeringuilla
que barre
nuestras calles más sucias.
Mantener el
presente.
Detener el
tiempo.
El deseo de
sentir el presente golpeándonos
como se sienten
las gotas de lluvia,
hasta hacernos
sentir empapados.
He visto
vagando depredadores de vida,
verdaderos
cazadores prehistóricos,
en busca de
un pinchazo más para sentir
el regalo de
un momento.
Yonquis en
busca de un minuto más de tacto
con el tiempo.
La
existencia es como un cangrejo ermitaño que
renuncia a
su sino de estirpe marina y
busca un
lugar más pequeño conforme se hace más grande.
Más fuerte.
Es la
inmensidad la que nos hace enanos.
La poesía
nos hace enormes.
Buscamos la
poesía para encerrar nuestra existencia y
nos hace
volar,
nos
convierte en proyectil y derramar sangre.
Nos aleja a
través de vómitos pretéritos de la noche de ayer.
Nos abraza
como una puta que se enamora
después de
ser poseída hasta hacerla mierda.
Nos
atraviesa la existencia
y nos toma
en un puño para lanzarnos al firmamento.
Nos choca
con el futuro,
nos sienta
en el presente
y nos planta
en un filo con la muerte.
Y aún así,
bendita
poesía que nos salva de los hombres
y nos hace
hombres.
Bendita
poesía,
que nos
desarropa el miedo
y nos empuja
a cabalgar por las calles
sobre el
lomo del asiento delantero de una idea.
Javier De Pablos