Y fue a mí a
quien le tocó arrastrar sus sueños de vuelta a casa
por la solitaria
acera vomitada por borrachos y otros hijos de su noche.
Yo traje mis
sueños de nuevo,
aún eran
unos críos para un mundo tan absurdo,
tan pintado
de hipocresía
como de
maquillaje se pinta un payaso.
Fui yo,
al fin y al
cabo,
quien los
paseó por caminos heroinómanos y adictos al rock,
para
dispararles con arcos y flechas
y pistolas
y epístolas
y epopeyas
de vidas salvajes de rebajas en centros comerciales.
Yo soy su
dios creador,
quien un día
se atrevió a temerlos incluso,
a dotarlos
de forma,
y a
dormirlos, al rato, en la orilla de almohadas herejes
donde eran
ofrecidos como sacrifico a musas hambrientas.
He vuelto
a casa.
No a este
nido de muros concretos,
de pasillos
iluminados y octogenarias exploradoras
con la
memoria tatuada en el olvido,
sino al lugar
que me alberga y me contiene,
al lecho de
ideas frondosas y recuerdos ecológicos.
Así, rescaté
a mi alma de mis demonios
y temo
arrastrarla de nuevo
hacia pozos
de palabras vacías,
y hacia
gusanos sagrados
que se
arrastran por gargantas y por ideas ignorantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario